Sobre La primer espada fue un regalo,
de Gonzalo Maggi, Constanza Chiappini 
y Julia Rosetti
2019



Nadie puede escapar al Trópico de Cancer. Mordido por un arma en el tobillo escucha los graznidos de la jauría nocturna. Luego del descenso un tigre de voz gutural que lo observaba con ojos encandilados le dice: la primer espada fue un regalo. Y se la clava en el corazón.

Por la radio anuncian que una tumba fue profanada en la madrugada. Dos hermanos viajan a Texas a comprobar el nicho familiar, pero son atacados por un hombre con una motosierra. Uno de los hermanos muere y el otro escapa al desierto, donde lo acorralan y le clavan la segunda espada en el corazón.

Prince of Persia conoce a Rothko y le entrega la tercer espada haciéndola flamear en un rectángulo flotante gris, un rectángulo flotante negro. La espada ahora vira hacia él y con ambas manos la hunde en su pecho. En él se encuentran las lagrimas guardadas de tres días de extravío en el desierto.

Cuanto mas logra abrir la trampa metálica, más presión siente en las mandíbulas el tigre. Sus maxilares se abren como una flor carnívora desplegada. Ahora es tan fuerte el dolor que deja caer una lágrima y no entiende cómo funciona el espejo, pero de sus fauces libera el tobillo de su amigo. Caen al suelo rendidos y se dicen: Quiero consolarte enjugando tus lágrimas con mi amor. Se clavan la cuarta y quinta espada.

Si apoyaras tus manos en busca del calor de tu propio reflejo, pasarían al otro lado. En el testamento de Orfeo una pintura Negro marquina cae al suelo de la planta octogonal de una capilla en Texas. Al otro lado, la misma capilla en el cementerio y un espejo de estaño.

Orion podía tocar el suelo submarino y mantener siempre que quisiera su cabeza fuera del agua. Era hermoso, todos los reflejos titilantes del mar estaban impresos en sus pupilas y en las noches podían verse dos mapas estelares. Alunado por el espejo del agua tuvo que ser vengado por Artemisa con ayuda de un negro alacrán. Con sus pinzas venenosas troquelo una equis roja en su piel iniciando el descendimiento a las profundidades de la cruz.

En la profundidad, estratos antes de llegar al mismo lugar del otro lado, se conserva enterrada una fina capa de nieve. El manto blanco que alguna vez estuvo en contacto con la superficie tiene en sus partículas de ozono memorias de las Arenas del tiempo y las Arenas olvidadas. Cuando el calor aumente, se espera que esta blancura ascienda y emerja hasta filtrarse en una sala de armas. Durante un duelo de espadas, en una agitada y fría inspiración, un esgrimista se volverá loco, una enorme presión se instalará en sus mandíbulas, el ring se llenará de agua hasta los tobillos, una pequeña aureola roja aparecerá en su traje blanco a la altura del pecho, aumentando su circunferencia y con ella el dolor. Le clavan la séptima espada en el corazón.