Las bestias

Con Alita Olivari. Curada por Mercedes Claus
2024, Vasari, Buenos Aires, Argentina




En su cruzada por la superioridad de la función y la sobriedad en el diseño de las fachadas, el arquitecto austríaco Adolf Loos, precursor del modernismo, proclamaba como consigna “ornamento es delito”. En una posición opuesta, más cercana a las exuberantes decoraciones medievales, la apuesta estética de Camila Carella y Alita Olivari parece sugerir un elogio del adorno. No se trata de una concepción del ornamento que se pronuncia desde lo precario -como en las poéticas herederas del Rojas de los años noventa-, sino desde lo barroco. Todo es profusión en las obras que integran esta muestra. Generosas en símbolos, formas, colores, citas y referencias, rige en ellas un procedimiento aditivo, una sumatoria inventiva de componentes asociados que ostenta su elaboración artesanal. Como en un juego de cuerdas o un truco de pañuelos mágicos, despliegan una concatenación de imágenes que se descubren una tras otra. Sin blancos ni vacíos visibles, contra todo ascetismo, contra todo minimalismo masculinista, exhiben una predilección por el exceso, el detalle y el acto de adornar. 

Ambas artistas abrevan en la historia del arte, pero se nutren también de múltiples fuentes que exceden el campo específico de las artes visuales: la arquitectura, la biología, la mitología, los íconos religiosos, las imágenes populares, los dibujos animados y los libros infantiles. Las artes decorativas tienen un lugar especial en estas producciones por medio de la recuperación de técnicas, elementos iconográficos y morfológicos provenientes de tiempos y lugares diversos, que desarticulan las jerarquías entre las imágenes, así como las divisiones entre arte y artesanía.

Olivari elabora en cerámica -técnica tradicionalmente relegada a lo utilitario-, piezas que indagan en el legado modernista de la abstracción geométrica y en la arquitectura ornamental, para constituir criaturas híbridas y fantásticas de su bestiario personal. En “Las guías del color” trabaja con las paletas cromáticas de pintoras argentinas -Yente, María Martorell y Lidy Prati-, pero pervierte la abstracción. En su imaginario los cubos devienen cabezas (algunas presentan trenzas o aros), así como un jarrón puede ser también un pato. En otras obras, modela ladrillos huecos decorativos que luego constituyen parte de sus personajes: el caparazón de un tortuga con piezas de colores que recuerda un juego infantil, o el cuerpo-vestido de una figura antropomorfa cuya cabeza trenzada parece luchar por salir del casco que la contiene. El ornamento se vuelve cuerpo y estructura.

Interesada en el poder de las representaciones espirituales y los espacios devocionales, las pinturas de Carella, realizadas en óleo sobre tela, investigan los modos contemporáneos de vincularnos con la imagen en composiciones reticulares que, como retablos o múltiples ventanas en la pantalla, encierran variadas escenas, figuras y símbolos. Entre los segmentos yuxtapuestos proliferan azulejos, guardas, lacerías y otros patrones ornamentales. En algunas viñetas las imágenes se representan como mosaicos, con cada pequeña tasela pintada minuciosamente, como es el caso de la escena central en “Chacales comen chacales” que enseña una fuente teñida de rojo con bestias devorando cuerpos, o del felino narciso que mira su reflejo en “Huesos huesos huesos”. La presencia de la escritura como un código secreto o en las filacterias como un mensaje sagrado, añade otra capa de misticismo al clima enigmático de las obras. Los telones, motivo recurrente en su trabajo, revelan una puesta en escena: abren la visión hacia el espacio de la representación que habilita la pintura y al mismo tiempo señala el carácter construido de toda imagen.

Pero Las bestias insiste en la reunión de las bestias. Acá hay peces, tortugas, patos, serpientes, gallos, chacales. Hay tambien sirenas y dioses, criaturas hibridas y seres mágicos, fuentes que sangran, trenzas que batallan, relojes que lloran. Así como lo ornamental pone en jaque las jerarquías entre las imágenes, el carácter animado de todo cuanto habita en sus trabajos desmonta las distancias entre lo humano y resto de lo existente. En ¿Por qué miramos a la animales? John Berger sostenía que “los animales se hicieron paso por primera vez en nuestros imaginarios como mensajeros y promesas”. Lejos del excepcionalismo humano que concibe a la naturaleza como objeto de dominio y  explotación, estas obras parecen apelar a aquella concepción del mundo premoderna y encantada, más sensible con otras existencias y afín a las derivas surrealistas. Creadoras de imaginativos universos poblados de animales y otros seres animados, los trabajos de Carella y Olivari apelan a lo fantástico y lo misterioso como forma de abordar el pasado y el presente; comparten un mundo de extrañeza y desmesura, a la vez tierno y terrible.

Mercedes Claus