Sobre Técnicas de humo y tecnologías
de ascenso, de Magdalena Petroni
2019, Galería El mirador


Si Proust comiera acá un pastelito, la boca se le pondría negra, la piel azul como las uñas y de los orificios le chorrearían moras. Odiaría esta magdalena que no es romántica, ni arroja ningún recuerdo. No le habla al hipocampo, prefiere la corteza prefrontal, y si rememora un pasado sería uno de plexiglás y concreto. Marcel rabioso la tiraría al piso y la descamaría con un pie. Y después su cigarrillo.
También María Magdalena tiraría su perfume e invitaría a Jesús a untarse él mismo sus propios pies, entre las migajas de Marcel, el bálsamo y los vidrios ensangrentados del vaso de alabastro. Formaría un ungüento exfoliante, malicioso pero reconfortante. Jesús en el suelo no podría parar de reírse y La Egipciaca, famélica, se prendería de las crines de un león y se alejaría galopando.
La fricción del despegue, el destilado del Nina Ricci y la sangre, junto con el cigarrillo mal apagado, terminarían por incinerarlo todo. Las correas se arrojarían al cielo como lombrices expulsadas de la tierra. El calor quebraría los espejos y las calcomanías se derretirían. Casper, Félix y Skeletor se unirían en un movimiento centrípeto formando un yin-yan. Tribales y serpientes se entrelazarían formando caduceos. El león y La Egipciaca en su lomo a 345 kilómetros por hora. La pana de los asientos se abriría para escurrirse una goma espuma viva de color rosado. En Nürburgring, un Porsche aceleraría de 0 a 100 kilómetros por hora en 2,6 segundos. Rompería las olas arenosas con las garras. Se le abriría un tercer ojo entre los otros dos. Y las tres pupilas girarían impar y frenéticamente en uvas, rosas, arcoíris, latitas, cerezas, hasta quedar en una hilera. Ella dosificaría suaves golpes con el talón en las costillas y azotaría la oscura noche con su lazo de eslabones metálicos. Las barras portaequipaje volarían. Los bulones se desprenderían, las alfombras brillarían ahora demasiado. Demasiado, como el sol. El viento es muy fuerte y detrás el paisaje es de humo. El león sin reducir la velocidad gira sobre su hombro y le dice: “Hemos perdido el cosmos y hemos perdido la luna. Hemos perdido el sol y los planetas”.