Escrito por Julia Eiles Smith

Argentine painter Camila Carella has long been fascinated by the strong hold images can exert over us — their ability to engulf or subdue, elicit ecstatic sensations, and even transcend reality itself. Guided by her profound interest in mythology and religions, particularly Tantra, her artworks feature ornate compositions embedded with symbols. Infused with a surreal and mystical energy, they inspire both reverence and curiosity, reminiscent of altarpieces or reliquaries. Amidst her captivation with the otherworldly essence encapsulated by these objects and symbols, the artist maintains a skepticism about their potential to evoke feelings of devotion and veneration.

Carella's paintings often derive from visions that manifest in her dreams. During her residency at Est-Nord-Est, one of her works took shape from the striking image she saw in a dream — a fountain gushing red water. Constructed like a mosaic, with each tessellation meticulously reproduced, the piece centers the fountain and its crimson spills. Surrounding it are depictions of bodies on the ground, bitten by canine creatures. Arranged in square vignettes around this scene are illustrations suggesting pain or connection: knots, chain-links, interactions between aggressors and victims, humans and non-human, often explicitly violent or sexual. The overall composition conveys the irrational and disquieting tone of a nightmare.

Illustrations of hands and interlacing patterns recur in other works created during her residency at Est-Nord Est. In one piece, she replicates a stained glass on the surface, framed by a series of eight-pointed yellow stars, a tantric symbol representing the Hindu goddess of wealth, Lakshmi. Behind the glass, Carella depicts two hands holding forearms in a protective manner. The nature of the hand-fold remains ambiguous, teetering between offering support and physically restraining, dominance and submission.

In another of her creations, Carella imparts spiritual agency into objects, drawing from her interest in animism. Hand-shadows take on life of their own, clocks morph into floating eyes shedding tears, and a large waxing crescent moon adorns the foreground. CArella’s recent works employ an array of compositional techniques, accentuating painting as a portal to the depths of the unconscious mind.
Corazón


Ciento un veces aparece la palabra corazón en las Confesiones, de San Agustín. Para la muestra de igual nombre (Corazón, Revolver, 2021) convoqué a ciento un personas a escribir. Setenta y siete fueron las respuestas que compila este libro que se exhibió en un atril pentagramado.

Para acceder al PDF del mismo seguí este link



Edición de 5 ejemplares de 108 páginas bookcel encuadernados y entapados en cuero rojo con nervios a la vista y hot stamping oro. 
Instrucciones / meditación para ver
estas paredes

Este texto que acompañó la muestra Palatino del cielo permite recorrer las paredes pintadas de la sala. Se trata de unas instrucciones tanto como de una meditación. 

Sobre Ojos, de Franca Barone
2020, Observatorio



Querida amiga,

Visité tu jardín y tengo que decirte que te ví. Vi cuando, sembrando flores, conejos y tubérculos, abriste un túnel que espiaste con demasiada curiosidad, demasiado olfato y caíste dentro.

No usabas guantes ni herramientas: con tus manos sacabas toda la tierra. Una parte la deslizabas entre tus rodillas hacia atrás. Otra parte te la llevabas a la boca haciendo ruidos de placer. Ñam ñam.

Primero metiste la cabeza y, de no ser por el resto de tu cuerpo, hubiera pensado que tu nuboso pelo era un arbusto. Luego, como una remera pasaste un brazo, después el otro y te calzaste la tierra para finalmente sumergirte en ella. La tierra tiene tu talle, te queda perfecta. Cuando me acerqué vi despedirse tus piecitos que bajaron súbita y delicadamente como fideos.

Me alegra saber que estás bien. Me pone feliz que hayas caído en el reloj de arena. Has de estar aprendiendo mucho donde el rábano y el boniato hacen las veces de estrellas y las montañas babilónicas crecen en un caudal que no se termina nunca.

Quisiera saber si dedicas las noches a surfear sobre ellas. Si el reflejo de la luna ilumina esas dunas curvilíneas como la blancura de tus papeles, sobre los que una vez te vi contando granos de arena. Concentrada, sin alzar la cabeza, uno tras otro, discando números en una calculadora-impresora desde donde alzábase un rollito de papel en una espiral, como la cascara pelada de una sola vez de una perfecta naranja.

Querida amiga te escribo porque estoy desesperada, necesito que me enseñes sobre los intervalos. Yo, que soy toda primer acto, segundo acto y tercer acto, alguna vez pude encandilarme en confianza y reposo con la tregua de la madrugada. Vos, que sos mi maestra taciturna, tenes el don de los interludios y conocés un pasadizo al desierto donde siempre es alba. Te pido que por favor me invites y me enseñes todo sobre estar absorta, risueña y embelesada.

Quizás puedas hacerme llegar un dibujo con algunos de esos números, jeroglíficos que hacen de coordenadas. Quizás podamos reunirnos en el jardín junto al túnel por el que te vi escabullirte, donde ahora meto esta carta y que hace rato estoy mirando alucinada.


Confío en que te llegará

Te quiere de corazón,
Camila





















Sobre Técnicas de humo y tecnologías
de ascenso, de Magdalena Petroni
2019, Galería El mirador


Si Proust comiera acá un pastelito, la boca se le pondría negra, la piel azul como las uñas y de los orificios le chorrearían moras. Odiaría esta magdalena que no es romántica, ni arroja ningún recuerdo. No le habla al hipocampo, prefiere la corteza prefrontal, y si rememora un pasado sería uno de plexiglás y concreto. Marcel rabioso la tiraría al piso y la descamaría con un pie. Y después su cigarrillo.
También María Magdalena tiraría su perfume e invitaría a Jesús a untarse él mismo sus propios pies, entre las migajas de Marcel, el bálsamo y los vidrios ensangrentados del vaso de alabastro. Formaría un ungüento exfoliante, malicioso pero reconfortante. Jesús en el suelo no podría parar de reírse y La Egipciaca, famélica, se prendería de las crines de un león y se alejaría galopando.
La fricción del despegue, el destilado del Nina Ricci y la sangre, junto con el cigarrillo mal apagado, terminarían por incinerarlo todo. Las correas se arrojarían al cielo como lombrices expulsadas de la tierra. El calor quebraría los espejos y las calcomanías se derretirían. Casper, Félix y Skeletor se unirían en un movimiento centrípeto formando un yin-yan. Tribales y serpientes se entrelazarían formando caduceos. El león y La Egipciaca en su lomo a 345 kilómetros por hora. La pana de los asientos se abriría para escurrirse una goma espuma viva de color rosado. En Nürburgring, un Porsche aceleraría de 0 a 100 kilómetros por hora en 2,6 segundos. Rompería las olas arenosas con las garras. Se le abriría un tercer ojo entre los otros dos. Y las tres pupilas girarían impar y frenéticamente en uvas, rosas, arcoíris, latitas, cerezas, hasta quedar en una hilera. Ella dosificaría suaves golpes con el talón en las costillas y azotaría la oscura noche con su lazo de eslabones metálicos. Las barras portaequipaje volarían. Los bulones se desprenderían, las alfombras brillarían ahora demasiado. Demasiado, como el sol. El viento es muy fuerte y detrás el paisaje es de humo. El león sin reducir la velocidad gira sobre su hombro y le dice: “Hemos perdido el cosmos y hemos perdido la luna. Hemos perdido el sol y los planetas”.